Reflexión dominical. En resumen…

Durante la semana que acaba de concluir os hemos hecho seis propuestas distintas, seis formas de entender la realidad, seis maneras de explicar la realidad, de manifestar distintos sentimientos.  Para los que no nos conozcáis, los seis estudiamos disciplinas que abarcan esos temas que vamos a tratar, ya bien sea Historia , Filología o Periodismo. No en pocas ocasiones, al preguntarme por mis estudios, mi interlocutor se queda sorprendido al escucharme decir «Historia y Periodismo». Acto seguido enuncia «caramba, !qué bonito¡ Siempre quise estudiar algo por el estilo, pero nunca me atreví».

El estudio de las Humanidades no solo es algo vocacional,  hacia el cual se orientan personas con una sensibilidad muy concreta. Además, el estudio o el interés por las Humanidades proporciona una visión distinta de la realidad. En un mundo donde abundan los binomios tales como blanco-negro, rojo-facha, capitalismo-comunismo las Humanidades proporcionan una infinita gama de matices a aquellos que se adentran en sus diversas ramas. Gracias a esos «cristales de colores» que la Historia, la Filosofía, el Arte, la Música, el Cine, la Lengua o la Literatura nos proporcionan podemos apreciar los matices de la vida. Que todo tiene sus pros y sus contras.

Dalí

Te animamos, a ti lector, a que te intereses por lo que a nosotros nos apasiona. A que te detengas en lo que a nosotros nos obnubila. A que participes (aunque sea un poquito) de nuestra vocación, de lo que nos realiza como personas. A que leas a Kundera, escuches a Alex Turner, estudies la Edad Media, te intereses por el mundo del lenguaje, veas una película de Stanley Kubrick (aunque no la entiendas) o a que vayas al Museo del Prado alguna vez en la vida.

Solo con eso, ya seríamos muy felices de haber hecho que alguien se interese por la cultura. Por  aquello que nos hace felices. Por aquello que nos emociona.

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Brais Cedeira Comesaña @RiiseRisketos

Leer y no leer

DÍA SIN LIBRO

Si lees para vivir, de qué te quejas
cuando la vida viene, de buenas o a las malas,
a sacarte del cuarto.

De qué te quejas, dime, si los libros
te empujan a la calle, si son ellos
los que te llenan la cabeza
de músicas, el corazón de ideas,
el alma de latidos y las horas
de imprevistos, de amigos, de imposibles.

Sin libros estarías en tu casa
hojeando un best-seller o el periódico
o durmiendo la siesta,
y no de aquí hacia aquí, vapuleado
por el tiempo, los hombres y los sueños cumpliéndose.

No sufras por los libros que no abres
–que no abrirás jamás–,
pues su lección la sabes de memoria
y la pones en práctica.
Las páginas
que lees y que no lees dicen lo mismo.

Enrique García-Máiquez

Un mal día de hace poco tiempo encontré este poema titulado Día sin libro. Andaba yo, como posiblemente andéis vosotros ahora, deambulando por las aceras de internet y, de repente, encontré la solución a una de mis mayores penas. La de no tener tiempo para leer todo lo que quiero leer (y me interesa).

Este pájaro quiere orientaros como me orientó una noche García-Máiquez, orientaos en la dirección del hábito de leer. Tranquilos. No os voy a persuadir para que leáis, allá vosotros con vuestra conciencia. Mi propósito es que, juntos, abramos nuestro concepto de lectura.

Leer es, cuanto menos, el hábito que nos permite salir de nosotros mismos. Cuando leemos, y creamos el hábito de la lectura, nos elevamos por encima de nuestras cabezas para contemplar el mundo con visión periférica; nos salimos de la visión central de nosotros mismos y nos cura de los males que nos vuelven peores.

Casi siempre, los buenos libros nos transforman, para sacar lo mejor de nosotros mismos. Por eso cuando leemos «La insoportable levedad del ser» de Milan Kundera conocemos el amor y las peripecias del alma enamorada. Si nos sentimos solos y hemos leído «El hombre y el mar» de E. Hemingway, reconocemos la sensación del vacío absoluto….

Podemos ampliar nuestro concepto de lectura, hacernos íntimos de Sófocles para leer «Rayuela». Y, juntos, descubrir que la lectura, la literatura, cambia tanto como cambiamos nosotros mismos…

Que la podemos encontrar en los libros, en las calles y en los niños. Que leer y no leer es lo mismo, cuando pensamos en lo que leemos, cuando nos convertimos en lectores hambrientos , leer es solo el comienzo.

Foto: Fátima Roca Nuñez

Ana Delgado Barragán

@delgadobarragan